Las autoridades rusas están en plena acción para socorrer a las personas afectadas por las inundaciones que azotan la región de Oremburgo, cerca de la frontera con Kazajistán. El desbordamiento del río Ural tras el colapso de una represa ha obligado la evacuación de miles de habitantes, mientras el gobierno declara una emergencia federal.

A pesar de la magnitud del desastre, el presidente Vladimir Putin aún no ha anunciado su visita a la zona siniestrada. Mientras tanto, el nivel del agua continúa en ascenso, superando los 10 metros en la ciudad de Oremburgo, dejando a su paso caminos anegados y viviendas parcialmente sumergidas.

La situación se agrava con reclamos de atención por parte de los afectados, quienes exigen compensaciones por los daños sufridos en sus hogares. En un inusual acto de protesta en la ciudad de Orsk, cientos de personas corearon consignas pidiendo ayuda al presidente Putin y denunciando la inacción de las autoridades locales.

Las imágenes de desolación muestran edificios amenazados por el agua, mientras cientos de viviendas quedan bajo el nivel de las crecidas. La refinería de petróleo de Orsk se vio obligada a suspender sus operaciones debido a la emergencia.

Ante la presión de los ciudadanos, el gobernador regional prometió pagos de compensación, incluyendo un subsidio mensual durante seis meses para aquellos forzados a abandonar sus hogares. Sin embargo, la magnitud del desastre ha llevado al gobierno a estimar pérdidas por cerca de 227 millones de dólares, y ha desencadenado una investigación penal para determinar responsabilidades en el colapso de la presa.

Mientras tanto, la solidaridad y el espíritu de supervivencia se mantienen en la región, donde los habitantes resisten a abandonar sus hogares y enfrentan la amenaza de saqueos por parte de desaprensivos. La tragedia en Oremburgo deja al descubierto la vulnerabilidad de las infraestructuras frente a fenómenos naturales extremos, y plantea un desafío para las autoridades en materia de prevención y gestión de emergencias.