Un volcán en el suroeste de Islandia entró en erupción, iluminando el cielo nocturno y lanzando roca semifundida en un impresionante espectáculo de la naturaleza en una región conocida por su actividad volcánica.
La erupción, registrada cerca de la localidad de Grindavík, ocurrió aproximadamente a unos cuatro kilómetros de distancia y siguió a una serie de sismos que llevaron a la evacuación de la zona en noviembre. A pesar de estar cerca del aeropuerto más grande de Islandia, no se esperaba que la erupción liberara cenizas, según el ministro de Exteriores, Bjarne Benediktsson.
Imágenes en vivo de la erupción fueron transmitidas por la televisora islandesa RUV, con villancicos navideños de fondo. La evacuación previa de Grindavík redujo el riesgo para la población, y las autoridades instaron a mantenerse alejados del área.
El ministro de Infraestructura, Sigurdur Ingi Johannsson, expresó cauteloso optimismo, mencionando que la erupción parecía disminuir y esperaban que continuara de manera controlada. Sin embargo, los residentes evacuados, muchos en alojamientos temporales, experimentaban sentimientos encontrados ante la posibilidad de perder sus hogares.
Aunque el evento es impresionante, las autoridades insisten en que no es una atracción turística y piden a la gente observarla desde una distancia segura. Científicos estiman que ya se ha vertido tanta lava como en toda la erupción del verano anterior en la península de Reykjanes, aunque la duración del fenómeno sigue siendo incierta.